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Viaje a Asturias y Galicia: Día 4, La Coruña y Finisterre

Abandonamos Asturias temprano por la mañana para continuar nuestro road trip hacia Galicia. El trayecto hasta Finisterre, donde nos alojamos, era largo, pero planificamos una parada en A Coruña – a unas dos horas y media de Oviedo – para aprovechar el recorrido.

Una vez llegamos a esta capital de provincia, y después de algunas dificultades para aparcar, decidimos aprovechar el soleado día paseando por las calles de A Coruña. Aunque nosotros hicimos una parada breve, en una parada más larga habríamos podido disfrutar de su amplia oferta cultural, en la que destacan los numerosos museos.

Estatua de John Lennon en los jardines de Méndez Núñez
Estatua de John Lennon en los jardines de Méndez Núñez

Comenzamos paseando por la zona del puerto, pasando por los jardines de Méndez Núñez – en los que nos encontramos con una curiosa estatua de John Lennon –, donde se ubica el emblemático edificio modernista Kiosco Alfonso, en los que por las fechas se celebraba una pequeña feria del libro. A pocos pasos de la feria del libro nos topamos también con una feria gastronómica en la que cada puesto ofrecía especialidades de algunas de las comunidades autónomas españolas, donde aprovechamos para tomar un tentempié. Recorrimos el casco histórico, pasando por la plaza de María Pita y las intrincadas callejuelas aledañas, reparando especialmente en los elegantes edificios modernistas que abundan en esta población.

Huyendo de los restaurantes turísticos y demasiado hambrientos como para el tapeo, acabamos comiendo en La Jijonenca, una pastelería que ofrece menú diario por 12€, con platos caseros típicos y, por supuesto, un postre y un café para chuparse los dedos. Con las energías repuestas, volvimos al coche para dirigirnos a la visita imprescindible de A Coruña: la torre de Hércules, declarada Patrimonio de la Humanidad.

La Torre de Hércules, en A Coruña
La Torre de Hércules, en A Coruña

Dejamos rápidamente el coche en el aparcamiento gratuito y subimos hacia la torre de Hércules, un faro romano del siglo I que todavía sigue en funcionamiento. Recibe el nombre de este héroe de la mitología griega porque la leyenda cuenta que Hércules, tras vencer al gigante Gerión, llegó en barca a estas costas y enterró la cabeza del gigante en la colina en la que ahora se alza la torre. Era un día especialmente ventoso y nuestro tiempo limitado, así que no entramos a la torre que, además de albergar un centro de interpretación, dispone de unas vistas privilegiadas en lo más alto. A los pies del faro, se encuentra un parque escultórico, cuya obra más popular es la Rosa de los Vientos de Correa Corredoira, un enorme mosaico que señala los 32 rumbos del horizonte, adornado con símbolos de los pueblos celtas. Las vistas desde la colina son impresionantes, tanto por los elementos culturales como por la abertura de ésta al Atlántico, cuyas olas chocan con los acantilados de la colina y bañan la pequeña y pintoresca playa de As Lapas.

Playa de As Lapas, vista desde la colina de la torre de Hércules
Playa de As Lapas, vista desde la colina de la torre de Hércules

Pasadas las cinco de la tarde, decidimos que había llegado ya el momento de retomar nuestro viaje hacia Finisterre, algo que nos llevaría cerca de hora y media (pasando por peaje, unos 2,5€). Nos alojamos en los Apartamentos Langosteira, por su precio y ubicación, ya que alquilar uno de estos apartamentos, con capacidad de hasta 6 personas, nos costó 240€. El personal de los apartamentos fue muy amable con nosotros y nos dio indicaciones y consejos muy útiles para nuestra estancia. Además, el apartamento se encontraba en muy buen estado, perfectamente equipado y contaba con un pequeño jardín y una piscina cubierta – que nos vino de perlas para darnos un chapuzón, ya que las frías aguas del Atlántico son sólo aptas para los más valientes –.

Puesta de sol desde el faro de Finisterre
Puesta de sol desde el faro de Finisterre

Tras instalarnos, nos dirigimos hacia el faro para ver la puesta de sol que muchos consideran como una de las más bellas del mundo. En este punto, el fin pagano del Camino de Santiago, peregrinos, turistas y locales se congregan al caer la tarde para disfrutar del instante mágico en el que el sol se funde con el mar, tiñéndolo todo de un impresionante color rojo, que cobra matices místicos con la mitología que lo envuelve. Cuenta la leyenda que, además de los numerosos naufragios que tuvieron lugar en sus costas, en este punto considerado como el fin del mundo, donde se hallaba un altar de culto al sol, las tropas romanas de Décimo Junio Bruto Galaico sintieron pavor al presenciar la puesta de sol sobre el horizonte.

Tazas de Albariño
Tazas de Albariño

Para acabar el día, paseamos por el puerto de Finisterre y cenamos en el bar Miramar, un pequeño establecimiento familiar muy tradicional y con personalidad. Por unos 35€ cenamos cuatro personas, probando el pulpo a la gallega, calamares, pimientos del padrón y camarones, todo ello bañado por unas tazas de Albariño.