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Viaje «Road Trip» por Asturias y Galicia

Parece que siempre resulta más atractivo viajar al extranjero o a lugares lejanos, pero en España podemos encontrar muchos destinos preciosos y muy diferentes entre sí. Una de las zonas que menos conocíamos era el norte, así que nos decidimos por pasar una semana en agosto en Asturias y Galicia, intentando aprovechar los días al máximo y conocer tantos lugares como nos fuera posible.

Hicimos el viaje en coche, para poder movernos con comodidad y visitar tantos lugares como nos fuera posible. Escogimos alojamientos en dos ciudades, una en Asturias y otra en Galicia, para tomarlas como base desde la que visitaríamos otras localidades. Las elegidas fueron Oviedo y Finisterre, tanto por su ubicación como por nuestro especial interés en visitarlas, así como por la relación calidad-precio del alojamiento.

Paseando por las calles de Oviedo
Paseando por las calles de Oviedo

El primer día llegamos a Oviedo, y lo dedicamos a conocer la ciudad y disfrutar tanto paseando por sus calles como degustando su gastronomía. Oviedo tiene un ambiente especial que, incluso en verano, cuando el ambiente es más tranquilo por su condición de ciudad universitaria, invita a pasar el rato paseando por las calles y las zonas de ocio. En una visita a la ciudad, es imprescindible parar en alguna sidrería y cenar distendidamente en los bares de la conocida como Ruta de los vinos.

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Ruta por los Lagos de Covadonga

El segundo día lo dedicamos a visitar los Lagos de Covadonga. Éstos son parte del Parque Nacional de los Picos de Europa, y son una de las joyas naturales de Asturias. Uno de los aspectos más importantes para disfrutar esta visita es el tiempo, ya que la frecuente niebla puede empañar las impresionantes vistas del lugar. Con la suerte y la previsión de un tiempo que acompañaba, dejamos el coche en uno de los parkings habilitados y subimos a los lagos en autobús – en temporada alta únicamente se puede acceder de esta forma –. Disfrutamos del paisaje, las características vacas que pasean a sus anchas por el lugar y, después de comer, visitamos el santuario de Covadonga.

Puente romano en Cangas de Onís
Puente romano en Cangas de Onís

De camino hacia Oviedo aprovechamos, además, para parar en Cangas de Onís, una población famosa por su precioso y bien conservado puente romano. Una vez de vuelta, aprovechamos para hacer la Ruta de las Estatuas, un itinerario que recorre las calles en las que están ubicadas más de 100 esculturas, algunas tan famosas como la de Woody Allen; otras de carácter costumbrista, que representan oficios o personajes populares.

Finalmente, para acabar el día con buen sabor de boca, elegimos un restaurante en el que probar uno de los famosos cachopos – un delicioso filete de ternera empanado con jamón y queso que se ha hecho especialmente popular en los últimos años –. El cachopo lo acompañamos de una buena sidra, en este caso escanciada con un curioso escanciador eléctrico, para completar una cena típica.

Elogio del horizonte, en Gijón
Elogio del horizonte, en Gijón

El tercer día lo dedicamos a visitar Gijón, una ciudad costera con mucho encanto. Dedicamos la mañana a pasear junto al mar, primero por la playa de San Lorenzo, pasando por el Ayuntamiento, las termas romanas y la iglesia de San Pedro. Continuamos el paseo subiendo hacia el parque del Cerro de Santa Catalina, desde donde se puede disfrutar de unas vistas espectaculares, además de la impresionante escultura de Eduardo Chillida, Elogio del Horizonte, uno de los emblemas de la ciudad.

Proseguimos nuestro paseo bajando hacia el puerto hasta la playa de Poniente, y recorriendo las calles más céntricas hasta la hora de comer, cuando nos dirigimos a un restaurante en el que poder seguir disfrutando de la deliciosa gastronomía asturiana. A media tarde, volvimos rumbo a Oviedo, donde, a modo de despedida, volvimos a acabar el día en los locales de Ruta de los vinos, disfrutando del vino y las apetitosas tapas.

La Torre de Hércules, en A Coruña
La Torre de Hércules, en A Coruña

Así acabó nuestra estancia en Asturias y, el cuarto día de nuestro viaje, partimos hacia Galicia. De camino hacia Finisterre, donde nos alojamos, hicimos parada para conocer A Coruña. Esta impresionante ciudad cuenta con muchos atractivos que podríamos disfrutar durante días, pero intentamos saborear un poco de todos ellos paseando por las calles del centro, disfrutando de su arquitectura modernista y acabando en la Torre de Hércules, un lugar con unas vistas impresionantes, junto al que se encuentra la famosa Rosa de los Vientos.

Puesta de sol desde el faro de Finisterre
Viendo la puesta de sol desde el faro de Finisterre

Por la tarde, continuamos el viaje hasta Finisterre y, tras instalarnos en nuestro alojamiento, nos dirigimos hacia el faro para contemplar la puesta de sol. Algunos consideran que esta puesta de sol es una de las más bonitas del mundo y, lo cierto, es que sencillamente deja sin palabras. No se trata sólo de la belleza de un horizonte infinito tiñéndose de rojo, sino que las múltiples leyendas que envuelven al lugar y el hecho de que sea el fin pagano del Camino de Santiago, le confieren una magia especial al ambiente.

Para acabar el día, bajamos hacia el puerto y disfrutamos de una cena tradicional, con platos imprescindibles de la zona – pimientos de Padrón, pulpo a la gallega – acompañados de un exquisito albariño.

Plaza del Obradoiro, Santiago de Compostela
Plaza del Obradoiro, Santiago de Compostela

El siguiente día lo dedicamos a Santiago de Compostela, una visita ineludible. Paseamos por la plaza del Obradoiro, junto a los numerosos peregrinos que culminaban el Camino, y visitamos lugares emblemáticos como la catedral – aunque las labores de restauración nos impidieron disfrutar de toda su majestuosidad en la parte exterior – y el Parador que se encuentra en la misma plaza. Proseguimos la visita paseando por el centro, disfrutando de un gran ambiente, aunque algo masificado. Después de una comida típica, en la que probamos las zorzas, paseamos por el parque de Alameda y de nuevo recorrimos el centro, donde pudimos degustar algunos dulces típicos como la torta de Santiago.

De vuelta a Finisterre, optamos por visitar el pequeño museo de la Pesca, en el castillo de San Carlos, donde pudimos conocer la importancia de esta profesión en la zona de la mano de un guía inmejorable, tremendamente amable y verdaderamente apasionado por su labor, algo que consiguió transmitirnos.

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Playa Mar de Fóra, en Finisterre

Para acabar nuestro viaje, decidimos dedicar un día a recorrer la Costa da Morte. Nos dirigimos a la impresionante Cascada del Ézaro, recorriendo las carreteras costeras, y disfrutamos de las playas de Finisterre, Mar de Fóra y Langosteira, unas playas salvajes y preciosas, con un entorno natural muy bien conservado aunque, eso sí, el fuerte oleaje y la temperatura del agua hacen que el baño sea una opción sólo apta para los más atrevidos.

Como el día siguiente se presentaba largo, un último día tranquilo resultó ideal para ponernos en marcha para el viaje de vuelta, tras haber conocido un poco mejor algunos de los lugares más espectaculares de nuestra geografía.