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Viaje a Asturias y Galicia: Día 2, Los lagos de Covadonga

El segundo día de nuestro viaje lo dedicamos a disfrutar de la impresionante naturaleza asturiana. Desayunamos y nos pusimos en marcha hacia Covadonga, para visitar tanto el santuario como los lagos. Uno de los aspectos más importantes a tener en cuenta en esta visita es el tiempo, ya que si éste acompaña, se puede disfrutar mucho más de la visita, teniendo en cuenta que la niebla es habitual en esta zona y puede empañar unas vistas verdaderamente preciosas.

Vista desde uno de los miradores en los Lagos de Covadonga
Vista desde uno de los miradores en los Lagos de Covadonga

Llegamos a Covadonga tras unos 45 minutos de viaje, y dejamos el coche en uno de los aparcamientos destinados a tal efecto, lo que nos costó 2€. Después de esto, deberíamos adquirir los tíquets para el autobús que sube a los Lagos de Covadonga, un paraje enmarcado en el Parque Natural de los Picos de Europa, ya que en temporada alta no se puede acceder con vehículos particulares antes entre las 08:30 y las 20:00. El billete de autobús, que cuesta 8€, habilita para subir una vez hasta los lagos, y para hacer tantos viajes como se desee entre el resto de paradas, que unen los aparcamientos con el santuario.

Una vaca asturiana, en los lagos
Una vaca asturiana, en los lagos

Lo primero que hicimos fue subir hasta los lagos, para aprovechar que el cielo estaba despejado. La carretera que une Covadonga con los lagos es estrecha, llena de curvas y empinada, algo que se convierte en toda una aventura cada vez que los autobuses se cruzan o las vacas ocupan la calzada. Nos sorprendió gratamente la pericia de los conductores, aunque por momentos sus maniobras parecían imposibles. Una vez arriba, tomamos la ruta más larga para poder recorrer todos los miradores, desde los que incluso se alcanza a ver el mar. Durante todo el trayecto, nos acompañaban las características vacas que deambulan por los lagos, acostumbradas ya a la presencia de visitantes. El recorrido nos llevó cerca de hora y media, pasando junto a los lagos, tomando fotografías y visitando las minas de Buferrera, de las que se extraía hierro, manganeso y mercurio.

Cachopo de pescado
Cachopo de pescado

Algunos de los visitantes aprovechaban para pasar el día en la zona, llevando consigo alimentos para hacer un picnic o aprovechando que junto al lago de la Ercina hay un pequeño bar. Nosotros optamos por bajar de nuevo hacia Covadonga. Al tratarse de un lugar tan turístico, la oferta de restauración era bastante escasa y los precios especialmente elevados para lo que suele ser habitual en Asturias – el precio del menú no bajaba de los 14€ –. Decidimos proseguir con el autobús hasta la siguiente parada, donde encontramos el restaurante El Repelao, con un menú típico y más que abundante por 12€ por persona. La comida de este restaurante era típica asturiana, así que nuestra comida incluyó garbanzos con gambas, ensalada con alubias, pote asturiano, cachopo de pescado y pitu de caleya (pollo de corral), entre otros. Lo que nos resultó más sorprendente fue el tamaño de las raciones. Aunque el menú especificaba que cada uno de los comensales debía pedir un menú, con cada uno podrían comer y quedar saciadas al menos dos personas de buen comer.

La Santa Cueva de la Virgen de Covadonga
La Santa Cueva de la Virgen de Covadonga

Tras recuperar fuerzas con esta abundante comida, volvimos a tomar el autobús hasta la basílica, algo que nos llevó como mucho un par de minutos. Subimos hacia la Santa Cueva, un lugar de culto muy importante para los asturianos. La leyenda cuenta que don Pelayo, el primer monarca del reino de Asturias, se refugió allí tras su victoria en la Batalla de Covadonga, decidida gracias a la intervención milagrosa de la Virgen.

Puente romano en Cangas de Onís
Puente romano en Cangas de Onís

Después de visitar la cueva, nos dirigimos a la Basílica de Santa María la Real, un edificio neorrománico que se construyó a finales del siglo XIX, tras la destrucción del antiguo templo a causa de un incendio. Tras visitar la basílica, comenzó a llover ligeramente, así que decidimos coger el coche en dirección a Oviedo, y aprovechamos para hacer una parada y visitar Cangas de Onís. Esta ciudad fue la primera capital del reino de Asturias, y destaca por su importante historia, que relatan sus diversas construcciones. La más emblemática es el puente romano sobre el río Sella, bajo el que cuelga una cruz de la victoria. A pesar de su nombre, resulta curioso que este puente date de la época medieval. Aprovechamos para dar un paseo por la ciudad, llena de comercios de productos artesanales, y en la que se respiraba muy buen ambiente, algo que nos dejó con ganas de pasar más tiempo allí.

Estatua de Woody Allen, en Oviedo
Estatua de Woody Allen, en Oviedo

Seguimos nuestro regreso a Oviedo, con tiempo para dar un paseo por la Ruta de las Estatuas. Este itinerario recorre la ciudad de la mano de más de un centenar de esculturas que representan desde personajes populares hasta profesiones tradicionales. Una de las más populares es la de Woody Allen, que se encuentra junto a la calle Uria, probablemente la calle comercial más importante de la ciudad.

Cachopo de ternera
Cachopo de ternera

La cena de esta noche la teníamos bien planificada, ya que no pensábamos irnos de Asturias sin probar el popular cachopo: un filete de ternera empanado con jamón y queso, que en los últimos años se ha hecho muy popular. Buscando recomendaciones y, por su relación entre calidad y precio, acabamos en el Restaurante Monte Naranco. De nuevo, el tamaño de las raciones asturianas nos dejó perplejos, y acabamos cenando cuatro personas con sólo dos platos; uno de ellos el grandioso cachopo. Regamos la cena con sidra, curiosamente escanciada de forma automática con un escanciador eléctrico. Lo cierto es que, aunque no éramos muy aficionados a la sidra, probarla en Asturias y bien escanciada nos hizo apreciarla y disfrutarla como nunca. La cena nos salió por unos 20€ – los cuatro –, y todavía nos sobró comida, así que el precio nos pareció más que económico.