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Viaje a Asturias y Galicia: Día 5, Santiago de Compostela

Santiago de Compostela es una de las visitas obligadas si te encuentras en Galicia, así que el cuarto día de nuestro viaje lo dedicamos a conocer esta ciudad, situada a sólo una hora en coche de Finisterre, sin necesidad de tomar peajes.

Para ahorrarnos molestias, aparcamos en el parking de San Clemente, un aparcamiento céntrico, a sólo cinco minutos de la plaza del Obradoiro. Dejar el coche aparcado aquí nos costó unos 10€ – desde las 12 a las 18h, aproximadamente –.

Ambiente de la plaza del Obradoiro
Ambiente de la plaza del Obradoiro

Comenzamos nuestro recorrido subiendo por la calle de Franco hacia la plaza del Obradoiro, que se encontraba repleta de peregrinos disfrutando de la llegada a su destino. Desgraciadamente, las vistas de la plaza no eran las mejores, ya que la fachada de la catedral se encontraba en obras de rehabilitación, así que nos quedamos con el bullicio de la plaza y aprovechamos para prestar atención al resto de edificios que en ella se encuentran, como el Rectorado de la Universidad de Santiago o el Parador Nacional. Entramos en ambos y, en este último, nos llamó la atención la oferta de un menú de comida por 20€, un precio más que accesible teniendo en cuenta los desorbitados precios que costaría alojarse en este tipo de hospedaje.

Vistas de la plaza desde la escalinata de la catedral
Vistas de la plaza desde la escalinata de la catedral

La catedral de Santiago se comenzó a construir en el siglo XI, y es fundamentalmente de estilo medieval, aunque cuenta con elementos arquitectónicos del Renacimiento, Barroco y Neoclasicismo.

Interior de la catedral de Santiago, repleta de visitantes
Interior de la catedral de Santiago, repleta de visitantes

Nos dirigimos hacia la puerta de acceso a la catedral, por los laterales, donde estuvimos haciendo cola un buen rato para acceder, ya que en ese momento se celebraba una eucaristía y no se permitía el acceso a los visitantes. Finalmente, a eso de la una, acabada la misa, pudimos entrar – la entrada es gratuita –. La catedral estaba abarrotada de visitantes, la mayoría de los cuales aguardaba en una larga cola para abrazar al apóstol Santiago, ritual que conseguimos cumplir tras unos 40 minutos de espera. Una de las anécdotas al respecto de la visita a la catedral fue el hecho de que, periódicamente, cuando el volumen de los numerosos turistas que paseaban por la catedral era demasiado alto, un responsable nos mandaba bajar el volumen a través de la megafonía con un sonoro “Shhhh”, algo que nos resultó un tanto cómico.

Parque de la Alameda
Parque de la Alameda

Ya era la hora de comer, así que bajamos de nuevo por la calle Franco buscando restaurante, pero ya nos habían comentado que los precios en el centro son algo altos, además de que la calidad deja bastante que desear en los establecimientos dedicados a los turistas, así que nos alejamos un poco y, bordeamos el parque de Alameda, entrando en un restaurante de la zona. Por 8€ disfrutamos de un menú típico – dos platos, pan, bebida y postre –, y tomamos pimientos del padrón, croquetas, caldera de pescado y zorzas – lomo de cerdo adobado –.

Para bajar la comida, dimos un paseo por el parque de Alameda y de nuevo por el casco histórico, donde algunas tiendas de dulces nos dieron a probar algunas especialidades regionales.

Las aguas de Finisterre
Las aguas de Finisterre

A la vuelta a Finisterre, dimos un paseo desde los apartamentos hasta el puerto, subiendo hasta el castillo de San Carlos, que alberga un coqueto museo de la pesca. Allí nos encontramos al responsable del museo, que nos invitó a entrar y, tras adquirir los tíquets por 2€, entramos y disfrutamos de una visita muy didáctica, de la mano de este guía que demostró estar francamente apasionado por su profesión, algo que transmitía con un entusiasmo difícil de encontrar.

Algo cansados, volvimos al apartamento con algo de aprovisionamiento para una cena ligera y unas tortas de Santiago para el desayuno.